domingo, 26 de agosto de 2012

Poema en alemán e inglés



Josef Weinheber:

Alt-Ottakring


Was noch lebt, ist Traum.
Ach, wie war es schön!
Jüngre werden kaum
jene Zeit verstehn,
wo das Kirchlein stand
und die Häuser blank
unterm Giebelrand
hatten Weingerank.

Und im Herbste gar,
wenn der Maische Duft
hing im blauen Klar
der beschwingten Luft!
Von den Hügeln schlicht
kam der Hauer Sang,
da die Stadt noch nicht
grau ins Grüne drang.

Heut ein Steinbezirk
wie ein andrer auch,
und nur sanft Gebirg
schickt wie einst den Hauch,
Hauch von Obst und Wein
in die Gassen aus,
und der Sonnenschein
liegt auf altem Haus.

Da und dort ein Tor
hat noch breiten Schwung,
Buschen grün davor
lädt wie einst zum Trunk,
und im Abend wird
längst Vergangnes nah,
spielt ein Bursch gerührt
Ziehharmonika.






Josef Weinheber:

Old-Ottakring1

Only dreams live now.
But how lovely, then!
Youth can not see how
lures of old remain,
where the abbey stood
and the houses fine
under gable wood
carried up the vine.

Autumn thoughts arise:
How the smell of must
hung in azure skies
like a golden dust.
Sounding from the hill
vineyard's simple song
where the city still
not released its throng.

Now a stony place
like all cities are,
just the hill's embrace
sends its scents from far:
Scents of fruits and wines
waft through alley grooves,
and the sun still shines
onto shingled roofs.
Here and there a door
still stands curved and wide2,
where the green before3
calls the guests inside;
and at evening's best
past becomes re-known,
when a lad, impressed,
plays accordion.





1. Ottakring is an outer district of Vienna, Austria. Like several of Vienna's outer districts, it used to be an independent, wine-growing hamlet, (which the Viennese burghers loved to visit for walking and sampling the new wine in the countryside).
2. Wide, curved doors are typical for vineyard houses.
3. Vineyard houses hang a bush of green conifer boughs on the door, to let the public know they are offering new wine (a wine called Heuriger, 'this year's').























Josef Weinheber



sábado, 10 de marzo de 2012

9 de marzo de 2012

9 de marzo de 2012


CXX Aniversario del Natalicio de Josef Weinheber


Adherimos a todas las recordaciones y actos en su homenaje...


Onorevole al altissimo poeta



 

sábado, 3 de marzo de 2012

Josef Weinheber

Josef Weinheber 


Este poeta, austríaco (1892-1945), está considerado como la máxima voz poética en lengua alemana

Hijo de un carnicero, pasó su infancia en orfelinatos. Sus primeros escritos --dos novelas relatando su paso por los hospedajes de huérfanos-- fueron un fracaso, por lo que se volcó de lleno a la poesía, de tanta perfección, que rápidamente fue reconocida como una de las mayores expresiones del arte germánico y universal. Recibió todos los honores de Estado en su muy corta vida, que se quebró al ver la barbarie soviética invadir su amada Viena

JOSEF WEINHEBER: POEMAS



JOSEF WEINHEBER
Viena, Austria (1892-1945). Algunos títulos: Das Waisenhaus (1924); Wien wörtlich (1935); Adel und Untergang (1934); Späte Krone (1936); O mensch, gib acht (1937); Kammersmusik (1939); Hier ist das Wort (1947); Zwischen Göttern und Dämonen (1948); Über die Dichtkunst (1949).


SABER EN SILENCIO

Saber en silencio que partes
pronto abajo, hacia los Padres.
Arriba, en el sagrado cielo,
las nubes viajan en el viento.

Inclínate sobre la corriente,
escucha cómo callan las aguas.
¿Alguna vez, anteriormente,
amaste de un modo parecido?

El que todavía tiene tiempo, nada sabe.
¡Vida profunda! Oh, despedida,
amarga debilidad del corazón
bajo la fuerza de las flores.

¡Triste, y no poder tocarlas,
dulces, dulces formas!
¡Ah, con flores no lo aqueja
su viaje postrero!

Pardo otoño, más oscuro,
¡deja que una vez más te abrace!
Caen los frutos, quizás
el corazón se rompe más resignado.

Es difícil partir en primavera.
Pero los muertos vigilan.
Hermosa flor, no debo.
Severa madre, es que me voy...


ÁRBOL EN LA HELADA

De nuevo asciende la luna serena sobre la montaña.
Desde las tumbas sopla en el valle una lamentación.
Pero el ala cristalina tintinea
espantosa arriba en la cumbre: sus siglos

maduraron murmurando en él. Hace mucho, mucho antes que la casa y el vado,
se extendió hacia abajo, se convirtió en secreto, fue
grande y colmado en los veranos,
y las generaciones lo mecieron.

¡Oh, el temor solitario! Oh, el extravío,
cuando desde los sentidos y la savia una blanca rigidez se precipita.
De improviso lo ensordece la raíz,
e implacablemente una última tormenta lo doblega.

Desde un plumaje relleno se sobresaltan las dormidas
aves, cerniéndose pesadas, sin consejo,
en el cielo nocturno, en círculos
confusos, arrebatados lejos, hacia la luna.


NOCTURNO

Senda de grava y luna sobre el árbol:
todo se dice suavemente.
Todo está en el interior del sueño.

Huella en torno de la boca, que se queja,
frente, que arriba con las estrellas,
sufre, llamea e interroga.

Ay, aprender de la expiación:
todo es regalado solamente
para alejarnos de nosotros mismos.

¡Tiempo, donde el frescor se hunde!
Hora, donde el secretamente perturbado
piensa con amargura en el adiós.

¡Si tu corazón lo oyera todavía!
¡Siente cómo asciende el cielo nocturno
que a causa de aquél nos trastornara!

Huella en torno de la boca, que se queja,
senda de grava y luna sobre el árbol.
Vela, extinguiéndose en el cuarto.

Todo se dice suavemente.


A MEDIA VOZ

Toma lo más sombrío del hombre: esto es eterno.
Toma de un pecho doliente lo perdido, exhala
la vergüenza, la nostalgia, murmura el llanto
en la calma del atardecer,

en los pensamientos antes de dormir, todas
las palabras exhaladas de la noche otoñal, todos
los pobres caminos solitarios, la aflicción
y el término del amor.

Como tormenta es el dolor humano y como el remoto
juego de arpas; lo más profundo, empero,
es un río; no fluye desde aquí, corre
en el interior de la tierra.

Toma el dolor y conviértelo en canción. ¿Qué
canción es más dulce, cuál más dignamente delicada?
Igual a la boca herida de la amada, luego;
o a la rara
sonrisa de un moribundo. En los límites siempre
se vuelven más grandes los sentimientos. Pues en
el tránsito están la consagración y el deber y aquella
fuerza mortal del sacrificio.

¡Copa amarga, sé bendecida! Ay, ¿quién
sufre, pues, bastante? ¿Y quién fue
vaciado hasta el fin, para que la rígida y tirante
cuerda lo estremeciera?


AL HOMBRE VENIDERO

¿Puedo hablar de aquel que viene? ¿De qué modo
diré su nombre secreto? ¿Yo, un hombre
entre hombres, achacoso, siempre
junto al abismo, solitario e inerme
ante la confusión del mundo, que negro irrumpe en mí,
como en una casa abandonada un tropel de ladrones?
¿Puede hablar acaso quien tropieza, hablar
quien todavía busca? Y quien se equivoca ¿puede ponerse en el lugar
de Dios y decir: Esto quiero yo?

Sí, con el derecho del prisionero, que llora
por su libertad, conjuro la libertad,
con el llamado de la nostalgia, el sueño, y
con la queja del torturado, el lejano
ordenamiento de la bondad.
Con el derecho del que sufre, oh, el único
derecho que resiste a la noche y en otra
orilla habita, en las aguas de la pureza,
con la divina pretensión del paciente, reclamo
el otoño del tormento, el fruto
viviente y lagar de la amargura, amén.

¿Debemos morirnos de hambre? Y siempre
se le dice al hombre venidero: ¿Hay hambre?
¿Debemos morirnos de frío y estar sin refugio? Y otra vez
el suelo vacila bajo nuestros pies, se parte el techo sobre la cabeza,
y la patria, vista en sueños, ya no está, no,
en los cien nombres con que se la presenta gloriosamente.
¿Debemos morir, siempre
desaparecer y morir? ¿Y nadie
borra de nuestras señas la espantosa inscrición:
“en vano”?

Lo que sufro, lo sufrimos todos. Y por ello
hablo: el que posee el lenguaje
tiene que hablar para todos.
Si peco, entonces todos pecamos. Pero, si con la palabra
acierto, anulo y redimo en consecuencia
la pérdida. Ninguna corona me es necesaria.

Hondamente y en cualquier
pobreza hemos caído; remitidos
a lo último en nosotros: a estar de pie,
a meditar, a afirmar el resto: la pobre
dignidad del hombre.
Ni la necesidad de la falta ni el acaparamiento
del devenir son nuestro peligro:
las potencias son bondadosas
para cualquier homenaje.

Nosotros, sin embargo,
nosotros saltamos por encima del orden,
levantamos de nuevo una estatua, propia de nuestra soberbia, dividimos
en vencidos y vencedores. Pero,
aquél que ya viene, ése se inclinará.

Atroz “Señor de la tierra”, ¿quién eres?
Ved, él habla de Dios y aplasta a su prójimo,
así como aplasta la flor, y nada puede
contra la propia invención, contra
toda la maldición de la caída
que lo embriaga y aniquila.
Desvalida su osadía, desvalida
su fuga del horror, espantosa,
empero, su decisión postrera: la fuerza.

¡Que no hable de Dios o de los dioses! Ambos
no están fuera de nosotros. Ay, ¿a quién exaltan
los templos todavía, allí donde las iglesias
no alcanzan a salvar?
Uncido a su ambición, con cánticos y pompa,
a Dios o a los dioses alimenta. Por encima
de sí mismo, los fortifica, pues más
y diferente que la Creación de aquéllos,
toma la propia por divina.

¡Hombre común, a ti te canto!
Entre miseria y esplendor, indignación y sufrimiento,
volverás a ti mismo, imagen de Dios.
Descansando en ti mismo,
descansarán las cosas y te amarán,
y serás dichoso en la fuerza
de lo liberado, y servirás.

¡Ven a nosotros, hombre venidero! Con el derecho del prisionero,
que llora por su libertad, conjuro la libertad,
con el llamado de la nostalgia, el sueño, y
con la queja del torturado, el lejano
ordenamiento de la bondad.

Con el derecho del que sufre, oh, el único
derecho que resiste al poder y en otra
orilla habita, en las aguas de la pureza,
con la divina pretensión del paciente, reclamo
por el término del tormento, el fruto
viviente y lagar de la amargura, amén.


(Traducción: Rodolfo E. Modern)